Por Mateo Uribe Sáenz, egresado del programa de Comunicación Social – Periodismo de la UAO.
“Yo quería lograr esa delicadeza con la que los pájaros cantaban, hasta hace unos cinco meses yo le cantaba a los pájaros y ríase los pájaros cantando conmigo”…
Esto relata Leonor González Mina, en perfecta sincronía cuando comienzan las mañanas, mirando al balcón y armonizando con los pájaros, mientras ellos componen sus notas y Leonor les responde en una magia entre dos dones de la naturaleza, al mismo tiempo que recuerda la historia de su vida.
Conocida como la ‘Negra Grande de Colombia’, Leonor nunca la tuvo fácil, desde pequeña sabía que su don debía ser compartido con las masas, y su sueño de hacer música crecía, aunque sus padres estuvieran en total desacuerdo, pues los estigmas de la época relacionaban a las mujeres cantantes con prostitutas.
Ante la negación de sus padres, Leonor buscó a María Luisa, una profesora de canto de otro colegio lejano al de ella, y con solo abrir su boca encontró en María Luisa a la impulsadora de lo que serían sus primeros inicios como cantante.
Tiempo después logró entrar en el conservatorio, pero el rotundo no de sus padres le hacía crecer la idea de dejar su casa atrás, abandonarlo todo y dedicarse a su pasión por la música. En especial, después de haber conocido a Manuel Zapata Olivella y Delia Zapata, la idea de la fuga cada vez más se hacía una realidad.
Una tarde, en una de sus encomiendas para llevar cacao a Cali, decidió decirle a su primo:
“Les dice a mi papá y a mi mamá que yo me gasté una plata que necesitaba para irme a Bogotá”…
Y así la talentosa y rebelde campesina se enfrentaba por primera vez a una ciudad desconocida y totalmente diferente a lo que ya había experimentado.
Empezó a practicar con el ballet de Delia Zapata y se convirtió en su cantante oficial, hasta comenzar giras por Europa, Asia y África, donde en cada rincón encontraban alguna oportunidad para llevar la música y el folclore colombiano a las ciudades foráneas.
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Después de recorrer el mundo siendo una gran artista, Leonor regresó a Colombia sabiendo que había un reto más por cumplir, pero lo que no sabía era la sorpresa que se encontraría en medio.
Así lo recuerda ella, llena de nervios junto a Fanny Mickey en un auditorio de Cali. Las personas llegaban como hormigas y Leonor salió a devorarse el escenario; y fue ahí, en medio de la multitud, que vio la cara de su padre. El hombre que siempre le negó su sueño, había quedado impresionado con su trabajo, así que en este reencuentro los besos y las lágrimas no faltaron.
‘La Negra Grande’ es un símbolo de resistencia y sus canciones como: ‘A la mina no voy’ o ‘Campesina de ciudad’, lo demuestran. Una figura que ante el incansable racismo logró demostrar de qué estaba hecha y que su talento vale demasiado.
Hoy Leonor se encuentra en su casa con una memoria que viene y que va, las letras de las canciones se vuelven borrosas con el pasar de los años, pero, aunque ahora solo cante desde su balcón, ¡su voz persiste!, y en especial en los cientos de cantantes a los que ha impactado y dejado su legado.
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