Por: Mario Andrés Gandini Ayerbe

En 1966, el célebre economista Kenneth Boulding propuso la potente metáfora de la nave espacial Tierra, cimentando, aún sin mencionarlo, las bases para la posterior emergencia del concepto de sostenibilidad (Boulding, 1966). Desde entonces han pasado más de 50 años y como consecuencia de la proliferación de contextos en los cuales el término ha sido empleado, así como de los muchos significados que se ha pretendido denotar con el mismo, el concepto de sostenibilidad ha precipitado en una polisemia desbordada que ha terminado por vaciar su esencia, parcelando su complejidad sistémica en tan solo feudos miopes y aislados (i.e. sostenibilidad ambiental, social, económica, cultural, política); y finalmente por incentivar el uso indiscriminado y hasta pernicioso del adjetivo “SOSTENIBLE”.

En el entretiempo el Sistema Tierra experimentó la irrupción de una nueva era geológica: el antropoceno. Por primera vez en la larga historia evolutiva del sistema una especie se ha constituido en la principal fuerza motriz que impulsa y conduce las dinámicas transformadoras de su funcionamiento. Estas dinámicas han sido determinadas por la llamada Gran Aceleración, cuya consecuencia más notable y preocupante corresponde a la transgresión de algunos límites planetarios (Steffen et al., 2015). Frente a este nuevo escenario que el antropoceno representa, la sostenibilidad de la nave espacial Tierra, independientemente de los adjetivos, dependerá de la capacidad del astronauta de operar el sistema en su zona de seguridad natural.

En la Universidad Autónoma de Occidente, por su parte, el compromiso institucional con la sostenibilidad cuenta ya con una importante trayectoria. Desde las funciones sustantivas de la Universidad se concreta la coherencia entre el discurso y la praxis por este propósito global: en las aulas, en la generación de nuevo conocimiento, en la implementación de iniciativas transformadoras en contextos locales y regionales.

En este sentido, el compromiso y la coherencia institucional se materializan en el programa Campus Sostenible, liderado por la vicerrectoría de Investigaciones, Innovación y Emprendimiento, entendido este como un laboratorio vivo a manera de plataforma desde la cual se despliegan prácticas sostenibles específicas, cuyo propósito corresponde a conectar actores y tejer convergencias, señalando e indicando así una dirección concreta para la transición hacia un buen antropoceno.

Todo ello nos permite construir una visión UAO sintonizada con la realidad del antropoceno y la urgencia ineludible de la sostenibilidad. La metáfora de la nave espacial como modelo ideal de la sostenibilidad fielmente refleja el espíritu y el propósito último de los esfuerzos institucionales, dando pie a la visión de la nave espacial UAO, en la cual se reconoce la fragilidad del sistema en términos de sus límites entrópicos (Leff, 2018), la reciprocidad de la crisis ambiental con las crisis socioeconómicas contemporáneas (Papa Francisco, 2015) y el acuerdo mundial alrededor de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, ODS.

La visión de la nave espacial UAO como plataforma para la transformación hacia un buen antropoceno, se puede sintetizar en el siguiente criterio de carácter normativo: avanzar en el cumplimiento de los ODS, sin transgredir los umbrales de seguridad de los límites planetarios. Ese, y no otro, es el reto que tenemos entre manos. Como astronautas de la nave espacial Tierra, si logramos alcanzar en el mediano plazo las diferentes metas contempladas en los ODS y, simultáneamente, no exceder los límites planetarios en nuestro intento, estaríamos entonces impulsado al sistema hacia la propiedad emergente de la sostenibilidad, sin adjetivo alguno.

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